Me llamo Daniel, y pronto seré la última persona de todo el universo. Sí, podéis juzgarme como un asesino si queréis, pero prefiero hacer honor a mi nombre y llamarme Portador de la Justicia.
Quizás suene presuntuoso por mi parte, pero mi conciencia no descansará hasta que no acabe con la vida de esta gente, “lo mejor que ha dado la raza humana”. ¿Hace falta decir más? En todas las épocas ha habido una élite, formada a veces por gente buena. Pero solo a veces. Pues bien, esta élite (porque me niego a referirme a ellos como personas) ha ido demasiado lejos, degenerando durante generaciones, y mutilando nuestro hogar: la Tierra.
El 20 de Abril de 2074, el planeta estaba en una situación insostenible. Las plantas morían, los animales enfermaban. El cielo ya no era azul, si no gris. Los humanos no podíamos salir a la calle sin nuestro traje anti radiación. Debido a las guerras y al aumento de la pobreza y las enfermedades, tan solo quedábamos un millón de personas, ni la centésima parte de lo que fuimos.
Obviamente, tras la guerra nuclear nadie sabía con certeza cómo nos iba a afectar. Muchos murieron. No tardaron en comercializarse los trajes alfa, eso sí, a precio de oro. Como siempre, enriqueciéndose a costa de nuestra salud. También murieron aquellos que no pudieron pagarlo. Fueron unos años muy tristes.
Un día cualquiera, hace tres años, surgió la esperanza: Un planeta enano, que siempre había pasado desapercibido, ofrecía la atmósfera idónea para poder albergar vida humana. Ese descubrimiento movilizó a científicos, físicos e ingenieros a construir una nave lo suficientemente grande como para llevar semillas, comida y tratamientos fertilizantes, al igual que una cámara con embriones de varias especies de animales criogenizados. La idea era colonizar ese planeta y convertirlo en la nueva Tierra. Pero cómo no, los billetes de pasajero de la nave se vendieron también a precio de oro.
Todos ellos se vendieron a políticos, banqueros, grandes magnates y caraduras en general, todos aquellos seres que habían aumentado su fortuna a base de destrozar todo lo que les rodeaba… Y yo.
Dejar a esos animales habitar un nuevo planeta era como darle una bomba a un niño, era literalmente un virus contagioso expandiéndose por la galaxia. ¿Qué me ha llevado a tomar la decisión de acabar con toda la especia humana? Podría decir que fue un cúmulo de todo lo que me rodeaba. Venganza, ira, soledad... Aunque la razón principal es el haber perdido a lo largo de mis sesenta años todo aquello que me importaba gracias a las artimañas y malas políticas de los mismos que desoían las últimas voces que premonizaban el futuro.
En un principio evité pensar en todos aquellos que me importaron, pero ahora son sus recuerdos los que me recuerdan la justicia de mis actos. Aún recuerdo a mis hijos, que nacieron demasiado débiles para soportar la radiación. Apenas acababan de dejar atrás los pañales cuando perdieron el pelo, cuando se les hundieron los ojos. A mi mujer, lo suficientemente empática como para morir de pena, dejándome solo cargando con la maldición de seguir vivo para ver lo que deparaba el futuro. También vienen a mi mente toda esa gente, anónima y borrosa, que vi morir cuando trabajaba en el hospital, simplemente porque no podían pagar la medicina. Recuerdo mirar hacia otro lado, siempre hacia otro lado. Nunca los miré a los ojos, nunca los vi morir, ¡Y cómo se me endurecía el alma!. Pero no podía dejar el puesto, ¿qué iba a hacer? Si me iba, en unos pocos meses estaría en su lugar.
Y de pronto llegó la noticia, dándome un motivo para poder mirar a mis pacientes. El día que esta élite encontró la salvación, yo los sentencié a muerte. Esa pequeña luz me obsesionó, y me impulsó a decir a los moribundos que caían en mis manos “pronto habrá justicia”. Sus caras cambiaban, esa frase les daba paz. Por primera vez sentí que estaba salvando vidas Y aquí estoy, 20 de abril de 2074. El día que acabaré con esta peste que achaca al universo, dándole un sentido a todas las muertes que estos seres han provocado. Yo permaneceré vivo, mi papel como el último ser defectuoso de la galaxia será salvar la vida de todas las especies dignas de la tierra. Y cuando muera, el mal morirá conmigo. El viaje ha comenzado, ya no hay vuelta atrás. Estoy en medio de la fiesta de inauguración, y estos muertos en vida ríen por su triunfo mientras de fondo suena el Lascia Ch'io Piagna, como un canto a la vida eterna del espíritu... Qué oportuno.
Este será el momento en el que la humanidad ría por última vez.
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