Corría el año 2001, era Julio, o quizás Agosto. Llamaron a casa para vendernos un "Robot de Cocina" de esos que tanto se llevaban por aquellos años. Junto a él, regalaban también un sillón masajeador y tres libros de una colección: "El Perro de los Baskerville", "El Fantasma de la Ópera" y "Frankenstein".
No hace falta decir que el robot de cocina quedó coleccionando polvo a los dos días, y que al sillón masajeador se le cayó el motor al cabo de unas semanas, en una pelea de hermanos de a ver quien iba a montar en ese momento.
Lo único que quedó fueron los libros, y pese al timo del robot de cocina, descubrí un libro que en aquel momento me marcó, pasándose años en lo más alto de mi escala literaria. Hablo de Frankenstein. Un libro que cogí con curiosidad, teniendo una impresión equivocada, y que me hizo entender otra forma de ver la vida, y la sociedad.
Una sociedad donde cada persona tiene que ser clónica para poder vivir, aquello que destaque un mínimo es visto como perjudicial. Un inútil, un "mal ejemplo" para todas las personas normales y trabajadoras. Donde lo malo no nace malo, si no que se crea a base de desprecio.
Realmente es un libro muy interesante para quien, como yo, le cuesta encontrar su lugar.
Con el tiempo fui leyendo más, creándome mi propia opinión, pero Frankenstein será siempre una obra que recuerde con cariño.
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