Ahí está otra vez. Sé que no debo, sé que no es mío, pero tengo hambre... ¿Qué le voy a hacer? Son tiempos duros. Me acerco despacio. No quiero, pero mis extremidades no responden a la razón, sólo a ese bajo instinto. Lo veo, lo huelo... lo necesito. En este momento mi mente no piensa en otra cosa que en poseerlo, ansío sentirlo en mi boca y calmar, durante un rato, a este monstruo que domina mi conciencia en este momento. Ya casi estoy, ahora el disimulo da igual. Empiezo a correr con la mirada fija en mi premio, sólo me falta mi último paso, ¡sé que puedo conseguirlo!
En ese momento el inflexible brazo de la ley me sujeta por el cuello, me aleja de mi botín,ahora una meta imposible.
– Eso no es para ti, cabroncete– Dice mientras me aprieta contra su pecho y me suelta sobre una baldosa.
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