viernes, 30 de enero de 2015

Paraíso Segunda Parte

Hola :) disculpad que haya dividido el relato en varias partes, pero me ha quedado escesivamente largo como para publicarla a una en el blog. Mañana la tercera parte. Si no has leído la primera, puedes leerla aquí:


Tras llegar a la isla y descansar, los tres hombres sanos decidieron que lo mejor sería explorar la isla en busca de civilización, si la hubiese, o al menos de alimento. Mientras decidían quién se quedaba junto con los enfermos, una sombra se movió tras ellos, que se encontraban tan absortos en su felicidad que no la advirtieron. Una segunda sombra se posicionó a su derecha, y una tercera a su izquierda. Cada vez llegaban más y más. Cuando las advirtieron, ya era tarde: un grupo de mujeres desnudas, adornadas con aros de oro alrededor del cuello, las muñecas y los tobillos, los miraban con curiosidad. Gentilmente condujeron a la tripulación del Alianza a la aldea, donde les agasajaron con alimentos. Una gran variedad de frutas y pescados poblaban la mesa, así como aves asadas. Mientras ellos comían, ellas los analizaban con la mirada. Esa noche, bajo una luna creciente, disfrutaron por primera vez en mucho tiempo de la música, bromeando y hablando entre ellos como si el día anterior fuese un recuerdo ya lejano. Las mujeres disfrutaban de ellos, con una mezcla entre curiosidad y pícara vergüenza, como si nunca hubiesen tenido contacto con ninguno de ellos. Una de ellas sonrió a Salvador en la distancia. Era sin duda la mujer más hermosa de la tribu: con unos largos rizos oscuros, una piel dorada y unos enormes ojos centelleantes. A Salvador le recordó a las mujeres de su tierra.
Los días pasaban, y los hombres recuperaban las fuerzas de una forma casi milagrosa. Vivían en el paraíso, rodeados de bellas mujeres y sin necesidad de trabajar más allá de participar en los juegos populares, en los que tomaban siempre las posiciones de honor. Tan sólo una pequeña sombra ennegrecía la idílica perspectiva de permanecer en esa aldea: “¿Cómo es que sólo hay mujeres jóvenes?” Repetía Francisco cada vez que alguien se dignaba a escucharle. Tras recuperarse de la enfermedad se levantaba con el sol, tomaba rumbo hacia el horizonte, y no volvía hasta que todos estaban ya durmiendo.


Ese día, Francisco reunió al resto de hombres en la playa, pidiéndoles insistentemente que apareciesen solos. Una vez juntos, caminó hacia el oeste, donde se alzaba un acantilado de rocas afiladas. Llegados allí, se dio la vuelta y dijo:
— Os voy a mostrar lo que me ha tenido ocupado estos días. — Se dirigió a una gran roca, de la que asomó la proa de una rudimentaria barca.
Los otros cuatro lo miraron, sorprendidos. Por fin, Juan rompió el silencio:
— ¿De verdad piensas volver a tu casa en... eso? ¿Por qué no permaneces aquí y disfrutas del paraíso que se nos ha otorgado?
— No considero que sea un paraíso — Argumentó Francisco —. Al contrario, nadie regala tanta amabilidad. ¿Os habéis fijado que esas mujeres nunca trabajan? ¿Dónde consiguen la comida? ¿Dónde tienen a sus ancianos, sus niños, a sus hombres?.
— Kaia me dijo que sus hombres se encuentran en otra isla no muy lejos de aquí.— Dijo Salvador.
— Más a mi favor, ¿por qué nos mantienen con ellas? ¿Qué planes tienen para nosotros? Quedaos si queréis, yo me niego a descubrirlo. He reunido provisiones para algunos meses, con un poco de suerte encontramos algún barco que nos recoja, o algo más parecido a la civilización. Si alguien quiere acompañarme, es bienvenido. Si no, os pediría en favor al tiempo que hemos pasado juntos y la amistad que nos une, que me ayudéis a desplazar la nave hasta el mar.
Una hora después el barco de Francisco estaba dispuesto a partir en la dirección en la que sale el sol. Miró y abrazó a sus amigos, y les pidió un último favor: que no dijesen nada de su marcha hasta el amanecer del día siguiente.
Juan, Alberto y Salvador permanecieron sentados en la orilla del mar hasta que desapareció la nave de Francisco, casi al anochecer.

Llegaron al poblado a la hora de cenar. En el cielo brillaba una enorme luna llena, tan cerca de la tierra que casi parecía caer sobre ella.  

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