sábado, 29 de noviembre de 2014

El cazador paciente

Como todos los finales de mes, os dejo mi relato de Literautas: El cazador paciente. El tema de este mes era escribir una historia de terror,y yo, que me encanta... pues hice lo que pude :). No es una historia adaptada a todos los gustos, claro, los comentarios que me dejaron fueron algo dispares. Uno me dijo que la veía perfecta, y otro que era una historia en la que no pasaba nada. Y es cierto que no pasa nada de forma directa, pero como en casi todo lo que escribo, lo que me pierde y a lo que doy importancia siembre es a la ambientación. Dicho esto, si os apetece leerla, aquí os la dejo:

El cazador paciente
Por: Aradlith

Todo comenzó al mudarme a aquel lugar. Antiguo como la tierra misma, amplio y con paredes de
piedra. Estaba amueblado, unos muebles preciosos de madera maciza, con tantos años o más que el propio edificio. Cortinas de terciopelo, y una alfombra persa cubriendo el pasillo. Lámparas de cristal opacadas por el polvo. Cocina de leña, e incluso una habitación para el servicio, que podría hacer de trastero. Era la casa de mis sueños, y , aunque necesitaba varias reparaciones antes de ser considerada habitable, me hipotequé para pagarla. Iba a ser el capricho de mi vida.
La primera noche que pasé allí lo escuché por primera vez. Fue en ese último momento de la vigilia en el que los sueños se entremezclan con la realidad. En un principio no le di importancia, pero ese sonido se fue estableciendo en mi subconsciente. Tardé un mes en percatarme de él. Un sonido lejano, reptante y viscoso en la habitación al fondo del pasillo. En el momento en el que fui consciente de él, paró. Yo, pensando en que eran simplemente imaginaciones mías, me di la vuelta. Justo en el momento en el que estaba dejándome llevar por mi subconsciente, volví a escucharlo, más claro y más nítido que la vez anterior... Y esa noche no pude dormir. Permanecí despierta hasta el amanecer, y, con los rayos del sol, mis miedos se disiparon dejando paso al escepticismo.
A la noche siguiente, el sonido volvió, puntual como siempre, en esos segundos antes de caer dormida. Y la siguiente. Y la siguiente a esa. Todos los días, justo antes de dormir, lo volvía a escuchar. Lo escuché en la habitación del fondo. Lo escuché reptando sobre la alfombra del pasillo. Y finalmente lo escuché ante mi habitación. Lento, muy lentamente. Tardó varios meses en realizar todo el recorrido. Y cuanto más se acercaba, más se resentía mi cordura, mi trabajo, y mi vida en general.
Ese ser, esa bestia, parecía existir tan sólo durante esos segundos antes de caer bajo el influjo de Morfeo, manteniendo su existencia en ese limbo entre el mundo real y el de los sueños. Pronto me di cuenta de que era yo quien lo alimentaba, quien lo atraía hacia mí y quien le daba la vida. Y que en mí estaba el poder de darle muerte. Pero no pude. No puedo. Necesito escucharlo, oírlo reptar y saber que es real y no producto de mi mente agotada y enferma.
Poco a poco se iba acercando, y, una noche, reptó bajo mi cama. Ese mismo día, presa del terror, escapé. Pasé algún tiempo viviendo en la calle, vagando sin rumbo, hasta que me recogió la policía y me internó aquí. Pero aquí tampoco estoy segura. Mi suplicio ha vuelto a comenzar. Esa bestia me persigue, y lo hará durante toda mi vida, en su calidad de cazador paciente. Ha establecido su existencia en mi cabeza, allí donde voy yo, tarde o temprano va él. Poco a poco, va llegando el momento en el que me arrincone contra una esquina y me arrebate lo poco que me queda ya de vida. Todas las noches lo vuelvo a escuchar acercarse lentamente, en esos pocos segundos, reptando hacia mí. Ese sonido es lo único que me consuela en estos momentos de soledad, lo único que me dice que realmente no estoy loca. Ese sonido me trae paz, y no puedo esperar hasta el momento en el que me lleve consigo.


N.A.
Añado también que la inspiración para escribir este relato surgió cuando me mudé el año pasado al piso al que vivo actualmente: alguna noche escuché algo arrastrarse por la entrada, justo al lado de la habitación... Y no, no es broma. No se que fue, pero me creó un indicio de paranoia que pude explotar al escribir.

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