Antes de empezar a hablar de Nuestra Señora de París, cosa que me va a llevar más de una entrada, me gustaría hacer hincapié en una realidad sobre el patrimonio. Esta entrada me la inspiró una nota incluida originalmente en la edición definitiva de 1832 que se hizo de la obra, donde se incluyeron algunos libros extraviados.
En esta nota comenta el porqué de esa edición, y el porqué de que tenga algún libro más. Victor Hugo cuenta que unas carpetas en las que tenía los libros se perdieron en el momento de llevarlos a imprimir, y como no eran relevantes a la historia, no pasó el trabajo de reescribirlo (realmente dijo que le daba pereza, un punto por su sinceridad). Obviamente, en el momento en el que aparecieron aprovechó para incluirlos, ¿por qué no? La obra había sido concebida así desde un principio.
Victor Hugo en 1876 por Etiène Carjat |
Lo que llamó mi atención al leer esa nota es que decía que no son libros relevantes para la historia porque tratan sobre arte y escultura medieval, y que por ello entendía al lector que por desinterés o pereza quisiese saltarlos. El autor aprovechó la ocasión también para hablar del poco interés que se tiene en el París decimonónico por el patrimonio medieval, y en los destrozos realizados a muchos edificios insignes de otras épocas en favor de la censura, o simplemente de adaptarlos a las nuevas modas. Muchas veces incluso los sectores de poder utilizaban el patrimonio como excusa en sus luchas contra el bando contrario… Cuando no metía la mano la Iglesia la metía la clase política.
¿Os suena? Porque para mí fue una sorpresa bastante desagradable ver la actualidad que tienen esas palabras. Y para muestra un botón: a pesar de lo ocupada que he estado y el poco caso que he hecho a las noticias, me vienen sin esfuerzo tres a la mente, que he conocido simplemente en estos últimos 15 dias.
El primero es el que creo que todos conocemos por el revuelo que causó en las redes sociales: La barba de Tutankamón y el desastre del Super Glue. Suena a comedia mala,pero por desgracia no es ficción.
Los otros dos son a un ámbito más local, pero que reflejan perfectamente este problema del desinterés en el patrimonio, el desconocimiento, las ganas de ahorrarse unas perras, y el utilizarlo como bandera para recolectar votos. Uno de ellos he de decir que fue un accidente, pero aún así, sigue sin ser disculpable. Hablo de los petroglifos de Campo Lameiro, deteriorados porque la persona que manejaba la desbrozadora no sabía por dónde iba. Si queréis, aquí podéis leer el post en el blog A Galicia Máxica.
El segundo caso, también conocido gracias a A Galicia Máxica, es sobre cómo en Galicia se utiliza el patrimonio como forma barata de hacer campaña electoral, de una forma tan descarada que hasta da vergüenza que se rían de esta forma en nuestra cara. Si os interesa, aquí podéis leerlo.
Como decía, da miedo comprobar que sólo hemos avanzado en hipocresía. Total… ¿A quién le interesa la cultura el patrimonio en un país que busca turismo de sol y playa?
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